domingo, 31 de agosto de 2014

Las manos quietas

Manejas un día cualquiera de verano por la ciudad, en una calle de mediano flujo, dos carriles únicamente, enciendes la radio para acompañar tu viaje, escuchas la primer línea...

"Siempre igual, contigo solo hablar y hablar, 
no tocar, que si nos miran ¿que diran?" 

Reaccionas ante el tema cuando de pronto sientes como tu cuello se dobla a alta velocidad hacia atrás y después un movimiento de látigo arroja tu cuerpo contra el volante, todo se detiene... Un impacto en la parte derecha de la defensa del coche que hace que por un instante te desorientes, el golpe es ligero, pero tu cuello duele como el infierno.

...

Paseas una mañana por una zona comercial, mientras miras todo alrededor, sonríes al ver a la gente bulliciosa como siempre...

"Ya veras, como no te han de pesar; 
la verdad, es que ya no aguanto mas..."

Reaccionas al escuchar ese sonido familiar, de pronto tu visión se apaga, sientes el calor correr entre tus ojos, saboreas el gusto metálico de la sangre, mientras tu visión tarda en recuperarse y sientes como polvo grueso y filoso se sacude de tu entrecejo.

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Eres escéptico, sólo crees en la evidencia, en el método científico, sin embargo te aterran esos acordes tan sencillos, tan pasados de moda, esa voz mal ecualizada, con la que sólo compartes el año de nacimiento y como siempre, tras el terror, algún otro pensamiento se atraviesa y olvidas el asunto, y viene sólo a tu mente cuando la tragedia es inminente.

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El elevador se detiene intempestivamente, justo es el piso 10 del edificio, cuando suena un ringtone y la luz interior parpadea

"Las manos quietas, 
las manos quietas, comprendelo..."

Recuerdas ese post para el blog que dejaste en borrador la última vez, el escalofrío en la espalda es abrumador... Se fastidió la noche.

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